Cuenta la leyenda que Doña María Coronel, tras la muerte de su esposo, Juan de la Cerda, se apartó de la vida mundana para llorar su desgracia. A pesar de su retiro, Pedro I el Cruel, puso sus miras en ella, intentando por todos los medios conquistarla, poniendo en juego para tal fin todas sus dotes de hombre y de rey. Ante tal acoso y asedio Doña María decidió retirarse al convento de Santa Clara, pensando que allí no sería objeto de las ansias amorosas del monarca. Pero el rey, ciego de su ardor por ella mandó a sus secuaces al convento, con la finalidad de convencerla de que atendiera los amores que le ofrecía el rey. Finalmente y al no poder de ninguna manera resistirse al asedio de Pedro I, se arrojó aceite hirviendo en el rostro, quedando horrorosamente desfigurada, lo que terminó con el acoso del rey. Años después fundó el convento de Santa Inés, en el que murió a la edad de 73 años. Actualmente su cuerpo se mantiene incorrupto o momificado en una sepultura del propio convento.
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